jueves, 17 de octubre de 2013

Quizás



De frecuentes eternidades y en sueños de medio día, resuenan historias que nunca sucedieron o se ahogaron en tinteros de cronistas cuerdos, historias pequeñas, cuentos de otros cuentos, fantasías minúsculas sobre nubes y vientos; sobre cielos y estrellas, sobre suspiros y manos que se reconocen y se aman. Historias que se cuentan y olvidan, que se disipan sin un beso.

Ayer te vi y no me reconociste, ayer te soñé y soñé con el ayer.

El corazón humano es un estruendo de vacilaciones misteriosas y fútiles, de mentiras y charcos salados, de promesas vacías y canciones vejadas y acribilladas en la trinchera de las miradas esquivas.

Distancias, miedos, olvidos, certezas inseguras e ilusiones tan palpables como la neblina de las noches de octubre; retozan en los huesos fríos del heraldo herido, en los ojos húmedos de la cenicienta del destino, de sus hijos y nietos y de los incautos cardúmenes de ciegos fermentos, de inmensos desiertos, de ciegos despiertos.

Quisiera poder abrazar tu aliento, segundos antes de su nacimiento, quisiera poder contarte un cuento, antes de que te lo cuente el tiempo.

Quisiera cercenar las montañas para que el camino sea recto.

Un laúd marca en mi cabeza los segundos que no te he visto, stacato de siglos, mimesis de la eternidad. El destino es tan incierto y mis pasos tan pequeños, que me pierdo hasta en los sueños donde tu solías pasear, que me sudan hasta los huesos de no poderte abrazar.

Se va, se alejan las velas blancas empujadas por el mar, se embruma el horizonte donde el Leviatán solía pastar.

Ayer te vi y me reconociste, ayer te soñé y soñé con el ayer.

Sin saber a donde me lleva la barca del tiempo, solo puedo reconocer el ulular de las olas y el vaivén de la quilla que choca contra la indescifrable verdad que me aguarda en la deriva de ultramar.

Quizás allá entre el viento y las montañas me esperes con los brazos abiertos y un hogar en tu corazón, quizás allá entre la bruma te acerques en tu propio barco y encallemos en puerto seguro para contarte todos los cuentos que aún no recuerdo, quizás me cantes esas canciones que solo tu puedes entonar, y quizás tus manos se anclen con las mías para caminar no sobre las huellas del otro, sino paralelas encontrando ilusiones y oscuridades entre las nubes y las hojas de los árboles, quizás... o quizás no.

3 comentarios:

Lenore

lenore

Lenore

Vincent

Jack

Señora mirando por la ventana como dos chicos al encontrarse bailan