miércoles, 31 de agosto de 2011

Sus ojos en los míos


Abrazadas a miedos las sombras se deslizan en innumerables filas eternas de buses que no llegan, que se retrasan, que no existen.

La marea se mueve inconfundible entre los pliegues de la muerte; y los ojos de la parca se asoman entre las nubes carbonatadas de las amapolas consumidas en cuencos de porcelana, si la lluvia apaciguara dejarían de mojarse y si el sol deja de brillar ya no estarían iluminados; tendrían inexorablemente que prender los faroles de terciopelo, las estrellas azucaradas que cuelgan de su cuello.

Y las esquinas siguen siendo rectas, las calles siguen siendo negras, el agua sigue siendo húmeda respiración del viento y los ojos de la luna siguen siendo hermosas mariposas clavadas a mis pupilas, como hipnosis pura de años de sutil belleza, acurrucada en una voz hermosa que se desliza, lentamente como una marea perfumada, como olas petrificadas en neblina dorada.

Mientras camino sin moverme de mi lugar, las flamígeras nubes moradas silban sobre mi cabeza y olas interminables de neblina dorada se comen mis pies, mis rodillas, mis miedos, mi desesperación… y lentamente me elevan más allá de esos miedos que esperan el bus que no llega, lentamente sobrepaso a las estrellas, se congela el esquema sepulto de los sirios que ahora están a mis pies y sin saberlo ni imaginarlo una flor brota de mi pecho, un pequeño clavel que susurra con una voz trémula y sutil, una voz perfecta y unas manos que envician mis ojos.

Abre sus alas despacio el pequeño capullo de pétalos sutiles, y en sus ojos distingo sin miedo a equivocarme los ojos profundos y misteriosos de la luna llena; ¡ay la vida! Colmada de sorpresas, de ojos oscuros y de canciones cantadas al oído, ¡que los sueños se hacen realidad! ¡¡He dicho!!… y que el tiempo se detiene en secuencias interminables de esa fascinante niebla dorada que es el aroma y la esencia de la flor, que fluye despacio comiéndose el tiempo, y se acerca lentamente a mis ojos, me atrapan en espacios cortos de razón y locura.

Locura de saltos en pupilas, de árboles blancos  y cielos purpuranaranjados, de libélulas y mariposas, de palabras y silencios.

Ya la noche es para mí eterna, ya el viento no sopla desde una trinchera  y sin miedos que esperan buses, floto despacio entre la neblina de aromas dorados etéreos; de cantos minúsculos, de sueños dormidos… de sus ojos en los míos.



Lenore

lenore

Lenore

Vincent

Jack

Señora mirando por la ventana como dos chicos al encontrarse bailan