viernes, 22 de octubre de 2010

un dia, dos dias... cien siglos y un ciego

Si los niños siguen susurrando sus canciones, el patíbulo de los muertos seguirá estacionado, afinando su guitarra de cuerdas rojas, de amalgamas y sintaxis de sepulturas desahuciadas, y él, acurrucado entre manteles azules acusando a los retablos de los cielos escurridizos.

Canta y asusta a los peatones el circuncidado y sórdido morador de las cañerías, de las estancias con sombras de los parterres sin dueño, de los ojos colgados de la luna, de ese ¡mamarracho sucio! como dicen las rechonchas damas de bolsos y peinados militares, de labios rojos y sabanas arrugadas bajo los ojos.

A él no le interesa como lo llamen, solo alza los ojos al cielo sin dejar de cantar sus replicas inocentes, su boca se mueve sola, marionetada por una parte de su cerebro que no recuerda con exactitud donde la encontró y se la metió en su cráneo.

-¿pobre indigente?- se dice a si mismo después de escuchar a uno de esos curas rechonchos que pasa a su lado mientras lo mira con ojos de asco, -¿pobre indigente?- se vuelve a preguntar, de quien hablaran se dice mientras mira a todos lados. Después de dos minutos ya lo ha olvidado, el vuelo etéreo de un soplido con alas con sonrisas y hecha de polvo y agua de otros tiempos, algo que nosotros llamamos mariposa lo ha acongojado.

Es hora de los torrentes hechos de sombras de la noche anterior que se arremolinan escondidos en el interior del caminante, lo atormenten, por suerte él sabe cómo solucionarlo, debe meter materia blanda por su boca de esa que hay que triturar con los siete dientes que se sueltan sin razones aparentes ( él cree que es por el viento por eso cierra con fuerza la boca cuando soplan las nubes)  después de encontrar la materia blanda, a veces dura, que hay que meter en la boca, (los panes son los más comunes, o los más sabrosos, ¿o los únicos? a la final todo, hasta las iglesias están hechas de pan) llegarán así a su interior y destruirán la pequeña noche que sabe se metió dentro de él cuando el sol se lo robaron los del otro lado. Ahora mismo lo está viendo, circular, espeluznantemente brillante, cada día trata de capturarlo para que no se lo roben los del otro lado, busca tarros bolsas y se sube a las lomas para intentar atraparlo, ha fallado todos sus intentos, como una versión trágica del coyote aquel que quiere desesperadamente comerse un delgado y casi famélico pájaro azul.

No le tiene miedo a la noche, pero si al frio susurro de la luna, al espasmódico mordisco del frio de las tres de la mañana, a los salvajes animales sin pelo que con palos lo golpean cuando lo encuentran, a veces y muchas veces, los animales tienen gorro y uniforme caqui, estos a diferencia de los otros si tienen pelo ¡y como gritan!

Al fin después de tantas aventuras adrenalina miedo, eterno frio y más noche encubierta que se arremolina en su estómago el sol escapa de sus captores y otra vez las damas gordas lo miran y cruzan de vereda y él cansado solo deja cerrar sus ojos y su luz, en una banca que se tuerce con sus siglos colgando de su eterno cabello.

domingo, 17 de octubre de 2010

Un planeta llamado tierra

A lo largo de los siglos (y que digo siglos, millones de eones) un espíritu ha vagado eternamente en diferentes constelaciones y universos, hace solo un poco mas de cinco mil años llego a este sol amarillo, y precisamente a este pedazo de tierra esférica, achatada en los polos y ensanchada en el ecuador, durante toda su larga vida conoció a muchos seres de miles de planetas, conquistadores, pensantes, ingenuos, dominantes, pacíficos y brutales.


Pero ese día extraño en el que llegó a este planeta, se sintió un poco diferente, y no era que las criaturas de este mundo fueran impresionantes (no se idolatren tanto compañeros humanos!) no eran para nada diferentes de muchas otras especies de seres parásitos que encontró en otros planetas, lo que le pareció extraño era que estos seres se creían casi dioses, eran los únicos seres en miles de miles de galaxias a la redonda que en verdad se creían algo así como los elegidos, "los hijos de dios" decían ellos, y además, por si fuera poco, creían que solo en su planeta existía la vida, además tenían el descaro de decir que un supuesto ser supremo los creó a su imagen y semejanza, por lo que además se diferenciaban de sus compañeros de planeta con epítetos impresionantes "nosotros tenemos pies no patas" "solo los animales tienen pelo, nosotros tenemos cabello" y una singular colección de cosas parecidas, inclusive negando la importancia de la vida de los demás seres, "nosotros tenemos alma, los animales no" y por si fuera poco ni siquiera incluían en este epíteto a otras criaturas vivas denominadas plantas, hongos, etc.


El viejo ser vagabundo del universo decidió quedarse un poco para observar  a estas arrogantes criaturas, pero más por algo parecido a un morbo, como diciendo "que carajo es esto" y a pesar de ser una tontería quedarse viendo que hacen estos bichos raros llamados humanos.

Durante ese tiempo escuchó y vio cosas que en verdad le parecieron comiquísimas y a veces espeluznantes, esta arrogancia había hecho de estas criaturas parásitos nada especiales, en unos seres extremadamente inexplicables. Encontró comportamientos dramáticos y casi apocalípticos, en situaciones tan simples como convivir y reproducirse con otro de su especie, perdió la cuenta de tantos suicidios sin razón valedera, encontró unos seres totalmente masoquistas, esquivos, arrogantes, hipócritas y hasta feos.

Su idea de superioridad era tan impresionantemente ilógica que cada raza se creía superior a la otra, y se esclavizaban entre si! pero por si fuera poco, cada uno de ellos se creía superior al resto. Varias veces no pudo soportar la carcajada el caminante del universo al ver estas cosas, que casi se ahoga de la risa unas cuantas veces.

-pobres pequeños- se decía con lástima-ojala que nunca nadie los encuentre-

viernes, 1 de octubre de 2010

Pobre alma mía


Mezclada con cianuro mi alma sigue viva
retorcida de miserias de desdichas y alegrías
carcomida de ilusiones, raptada en algarabías
busca su propia alma, pobre, pobre alma mía
en tantos caminos cansados y en vidas de otros días
duerme intranquila la vida colgada de una mirilla
me mira de reojo, me grita en silencio
me dice tantas cosas que no comprendo,
y al fin, cuando salta de su altillo, solo me mira, me mira
silencio profundo encanta los miedos
los amalgama de incesantes adornos, mullos y otros fierros
que me dejan ciego, colgado de una idea, de un sueño
llorando de pena y gloria, de dolor y fantasía
gritando en un susurro impávido, en un cosquilleo de la luna
está desenfrenada la pobre, la inocente
busca su propia alma, pobre, pobre alma mía
¡pobre alma mía!

Lenore

lenore

Lenore

Vincent

Jack

Señora mirando por la ventana como dos chicos al encontrarse bailan