domingo, 19 de septiembre de 2010

El hada de la noche perenne


En pálidas lunas y en soles que derriten hasta la misma piel, años enteros los parpados de una pequeña se abren para ver las estrellas, entre plumas, cuentos, pensamientos, dichas, temores que acompañan a miedos y sutiles encantos de flor delicada, campana sedienta, blanca como un desierto en una hoja de papel, durante esos largos años había esperado eterna posada en sus pensamientos con sus ojos bien abiertos, a veces cerrados, a veces despiertos.

Ella vivía en una florcita, no quería molestar a nadie, y tampoco que lleguen a molestarla, no era la única que vivía en las flores, alrededor muchas sutiles damas vivían en las flores, pero ella era algo diferente, y por esto todas las demás la envidiaban, de su espalda surgían delicados hilos de plata como ramas de un árbol joven, entre nervaduras de plata casi blanca se enraizaban capullos de flores minúsculas y miles de hojitas blancas, era impresionante verla, apertrechada de sueños, con su sutil figura, su rostro sublime y la amalgama de ilusiones que surgían despacio de su espalda, por todo esto las demás habitantes de las flores la odiaban, aunque por supuesto no daban muestra de ello frente a ella y aparentaban ser buenas vecinas.

Además por si no fuera poco, su flor era la más blanca en todo el bosque, y además podía bajar por el tallo de la flor hasta la primera hoja y sentarse en ella para ver las estrellas.

Un día mientras la dama de la hermosa flor blanca daba un paseo, una de sus vecinas, esta era en especial chismosa y entrometida, arrancó a la pequeña hada una ramita de sus alas de flores y plata blanca y se la llevo a su casa. Utilizando la magia oscura que esta prohibida para las hadas de las flores se pego la ramita en la espalda y esta creció y creció hasta que fue igual al de la dama de blanco.

Después de poco tiempo todas las haditas tenían en su espalda la enredadera de flores blancas y hojas de plata, ahora todas salían de sus casas de flor para que las miren.

La hadita blanca salió de su flor para mirar las estrellas desde la hoja de su casa y se encontró con muchas copias malas de ella misma, primero se asusto, no sabia que estaba pasando, y regreso aterrada a su flor con mucho miedo, no entendía porque todas eran igual a ella.

Primero se sintió desconsolada, luego quiso matar a todas , pues le habían quitado la única cosa que la hacía diferente, y lo que es peor, no lo llevaban con la elegancia que se merecía unas alas de plata de flores blancas, además ellas eran simples copias y además malas.

Pero se dio cuenta que no seria capaz de hacer algo con ellas, a la final eran muchas, le dio una tristeza enorme y hasta iras con ella misma. Así estuvo hasta que oscureció.

La luna al verla triste se compadeció de ella y le hablo al viento que fue a verla, susurrando la brisa susurrante soplo las lagrimas de la pequeña hada y le conto historias al oído, mientras la inmensa luna dejó caer un rayo plateado sobre su cuerpo adolorido de tanto llorar, muy lentamente sus vestiduras blancas se fueron transformando y adquirieron despacio un color oscuro, un negro profundo hecho de noche, sus alas lentamente se estilizaron en nervaduras de perlas negras, brillantes y aun mas hermosas que sus anteriores blancas, sus pestañas se agrandaron lentamente y llegaron a parecer alas en sus ojos, el sublime encanto de la noche se apodero de su cuerpo y de su alma y de sus manos nacieron haces brillantes de luz negra, y cuando abrió los ojos resonaba en ellos todo el poder de los ojos de la luna.

Hasta su flor adquirió un vestido negro sedoso y brillante, amalgamado con el viento, mezclado de sueños.

Cuando salió el sol, todas las hadas se asustaron, en la flor que ya no era blanca no amanecía, solo allí permanecía el increíble encanto de la noche pegado hasta en el viento.

Ninguna de las hadas volvió a molestar al hada de la noche perenne y su belleza era tan sublime que nadie podía mirarla por mucho tiempo. El hada que robo las alas blancas desapareció al siguiente día sin dejar rastro y nadie supo jamás que le pasó, unos dicen que la noche se la tragó y el viento la devoró, otros dicen que la luna la raptó y la tiene colgada de cabeza en su interior haciendo que salga de su espalda cada noche dolorosamente alas de espinos, nadie lo sabe con certeza.

El hada por fin estaba feliz, pues ahora tenia algo que los demás no tenían… y no eran sus nuevas alas ni su nuevo aspecto sino amigos, la blanca luna y el susurrante viento.

Lenore

lenore

Lenore

Vincent

Jack

Señora mirando por la ventana como dos chicos al encontrarse bailan